martes, 12 de abril de 2011

ERICH HARTMANN EL DIABLO NEGRO

Erich Hartmann llegó al frente de batalla ruso a los 20 años, en octubre de 1942. Su apariencia aniñada pronto le ganaría el sobrenombre de "Bubi" ("Muchachito"). Pocos habrían imaginado que ese "Muchachito" se convertiría en el piloto con mayor número de victorias en combate no sólo de Alemania y de la Segunda Guerra Mundial, sino de la historia de la guerra aérea en su totalidad.

Hijo de un médico que por algunos años se trasladó con su familia a una misión en China, Hartmann en su infancia y primera juventud pensaría en dedicarse a la medicina. Por su parte, su madre era una entusiasta piloto aficionada de planeadores, de quien recibiría su gusto por el vuelo y las primeras oportunidades para practicarlo, precisamente volando ese tipo de aeronaves desde los 14 años.

La guerra lo conduciría definitivamente al aire. Tras recibir adiestramiento, a los 20 años es enviado con el grado de Teniente al frente ruso y asignado al JG 52 en el que permanecería, con sólo un pequeño paréntesis, durante toda la guerra.

Su incio como piloto de guerra, sin embargo, fué todo menos que glorioso. En su primera misión de combate, la tensión y la inexperiencia hicieron que Hartmann rompiera muchas de las reglas básicas del combate, al separarse de su lider pese a volar como flanqueador, y penetrar en las capas de nubes, lo que le hizo perder la orientación y la ubicación de sus compañeros, terminando su misión con un aterrizaje de emergencia lejos de su base al consumir el combustible de su aparato. Por ello sería sancionado con un tiempo de trabajo en la sección de mantenimiento, como parte del personal de tierra.

Pese a volar como flanqueador de un piloto con experiencia y muy atento a la preparación en combarte de los jóvenes reemplazos, Edmund "Paule" Rossmann, los primeros meses en acción no reportarían a Hartmann un gran número de victorias, si bien le permitieron experiencias importantes para su desempeño futuro como piloto. Cuatro meses de servicio y más de 40 misiones sólo le significaron sus 4 primeras victorias.

En marzo de 1943, con la llegada de Walter "El Conde Punski" Krupinski como comandante de la Escuadra 7 del JG 52, las cosas cambiarían para Hartmann. Krupinski era famoso por su temperamento desenfadado y amante de los placeres de la vida (lo que le valió su sobrenombre), pero también por ser dueño de una decisión casi suicida al enfrentar a los cazas enemigos. Por ello, el puesto de flanqueador de Krupinski no era precisamente el más codiciado y Hartmann sería el designado.

Krupinski daría a Hartmann su sobrenombre: "Bubi" a través de la radio comunicación en combate, convencido de que tenía un bebé como flanqueador (Krupinski era ya un piloto veterano y experimentado de 25 años de edad). Como flanqueador de Krupinski, Hartmann aprenderá a acercarse hasta casi poder tocar al enemigo para asegurar el éxito de sus disparos... "Acércate suficiente, acércate hasta que el avion enemigo llene el parabrisas del tuyo.... entonces no podrás fallar....". Al cabo de otros 2 meses ( y 70 misiones en total) Hartmann contabiliza ya 11 victorias y recibe el mando de su primer "elemento" aéreo (Rotte), la formación más básica de combate en la Luftwaffe, compuesta por sólo 2 aparatos. Tendría ahora su propio flanqueador, y Krupinski sería su gran amigo por el resto de su vida.

Hartmann combinaría los consejos de Rossmann: "Si regresas sin tu flanqueador tu misión habrá sido un fracaso, por más derribos que hayas conseguido", con la decisión de Krupinski en combate. Hartmann nunca perdería un flanqueador y su técnica de cuatro pasos: "Mira-decide-ataca-rompe contacto", lo llevarían a la cima de los pilotos de combate de la historia. Su estrecha amistad con su jefe de mantenimiento, Heinz "Bimmel" Martens, desarrollaría también un carácter legendario.

"Karaya 1" (Querida 1), la identificación de su avión por la radio comunicación sería ampliamente conocida y temida por los rusos, asi como también su aparato decorado con "hojas de tulipán negro" y un pequeño corazón con el nombre de su novia y posteriormente esposa, Ursula "Ursel" o "Usch".

Para octubre de 1943, Hartmann contabiliza ya 148 victorias y recibe la Cruz de Caballero. No ha sido sin embargo fácil, él mismo ha tenido que recurrir a aterrizajes forzosos tras los disparos de los aparatos soviéticos. En una de esas ocasiones, incluso, Hartmannn tuvo que reponerse en Alemania del impacto nervioso que le causó el ser embestido por un aparato ruso: el famoso "Tarán" que intentaban los rusos al saberse heridos de muerte, en un intento por llevarse consigo al enemigo que acababa de derribarlos.

En otra ocasión, derribado tras las lineas enemigas, fingiéndose herido logró fugarse de los soldados rusos que lo capturaron, regresando a las posiciones alemanas dos dias después, en los que tuvo que evadir a las patrullas rusas y también a los disparos con los que fue recibido inicialmente por la infantería alemana al acercarse a sus lineas.

En marzo de 1944, un año después de su asignación original como flanqueador de Krupinski, compartirá con éste el honor de recibir en la misma ceremonia las Hojas de Roble para la Cruz de Caballero, tras alcanzar las 200 victorias aéreas. Su antiguo jefe de formación terminaría la guerra con 3 victorias menos que esa marca.

En rápida sucesión Hartmann recibiría las dos condecoraciones siguientes, las Espadas para la Cruz de Caballero el 4 de julio de 1944, por haber alcanzado los 239 derribos y los Diamantes, la condecoración más alta concedida entonces por Alemania a sus combatientes, el 25 de julio, al ser el primer piloto en alcanzar los 300 derribos. Sólo 27 condecoraciones de Diamantes para la Cruz de Caballero se otorgarían durante la guerra y sólo dos pilotos, Hartmann y su buen amigo Gerhard Barkhorn superarían los 300 derribos.

Ya con el grado de Capitán y tras recibir los Diamantes, Erich Hartmann contrajo nupcias con Ursula Paesch, en septiembre de 1944, siendo Gerd Barkhorn su padrino de bodas.

El General Adolph Galland solicitó a Hartmann para formar parte del JV 44, el escuadrón de "experten" al que correspondería volar el nuevo jet Me 262 en combate en el frente occidental contra las incursiones de bombardeo anglo-americanas sobre Alemania. Hartmann prefirió declinar ese honor para continuar volando su Me 109 - G. Esa decisión podría muy bien haber cambiado el curso de su vida, ya que lo mantuvo en el frente oriental, determinando así sus años de cautiverio en Rusia tras la guerra.

De regreso al frente fue asignado temporalmente al JG53 en Rumania, lo que le permitió sumar 6 Mustangs americanos a su lista de victorias, pese a que ese nuevo caza americano era incomparable tecnológicamente a los Me109K como el que volaba Hartmann en esa época.

Los Mustangs por su parte obligarían a Hartmann a lanzarse en paracaídas tras un combate aéreo. En esa ocasión la suerte de Josef "Jupp" Zwernemann, uno de sus primeros compañeros de combate ocuparía la mente de Hartmann durante el descenso. Zwernemann fué acribilllado por pilotos de Mustangs americanos mientras descendia inerme en paracaídas tras resultar su avión averiado en combate. Hartmann corrió con mejor suerte.

De regreso al JG 52, ahora bajo el mando de Hermann Graf, otro de los muy escasos poseedores de la Cruz de Caballero con Diamantes. Erich Hartmann se anotaría nuevos derribos pese al repliegue incesante de las fuerzas alemanas. En la última semana de la guerra, Hartmann fue ascendido a Mayor, y logró su último derribo el 8 de mayo de 1945, precisamente el último día de la guerra en Europa: un YAK 7 soviético, su víctima 352.

Hartmann, siguiendo la sugerencia de Graf, ignoraría las órdenes de volar hacia el frente occidental para evitar su captura por los rusos. Con Graf intentaría otra maniobra con igual dirección: huir hacia el Oeste pero en un convoy que llevaría a todo el personal de tierra y sus familias. El intento tuvo éxito y el convoy se rindió ante las avanzadas acorazadas del ejército norteamericano. Los americanos, sin embargo, entregaron al grupo entero al ejército rojo, lo que significó las mayores vejaciones, la prisión y la muerte para muchos de los pilotos, personal de tierra y familiares.

Erich Hartmann, al igual que otros pilotos destacados, fue presionado por los rusos para colaborar con ellos en la organización de Alemania y la Europa Oriental bajo el régimen socialista. Ante la negativa constante, Hartmann fue condenado a 20 años de trabajos forzados en campos de concentración rusos.

Las negociaciones de la República Federal de Alemania y su Canciller Adenauer lograron su liberación 10 años y medio después, en noviembre de 1955, siendo uno de los pilotos de la Luftwaffe con mayor permanenencia en cautiverio en los Gulags rusos.

Erich Hartmann regresó a Alemania con 33 años y sólo 50 kilogramos de peso a reunirse con su esposa Ursula. Durante su cautiverio, y por las duras condiciones de Alemania en la postguerra, habían muerto (en 1948) su primer hijo, nacido en junio de 1945 y a quien nunca conoció y el Dr. Hartmann, su padre, en 1952.

Un año después de su regreso y a instancias de Krupinski y Barkhorn, Hartmann regresará a la nueva fuerza aérea de la República Federal de Alemania. En febrero de 1957 nacería su segunda hija: Ursula Isabel. En 1959 Erich Hartmann sería nombrado Kommodore del JG71, primer escuadrón de caza a reacción de la nueva fuerza aérea alemana, volando F-86 C de diseño norteamericano. El JG71 sería designado en 1961 como heredero oficial del legendario Escuadrón Richtoffen.

Retirado de la Bundesluftwaffe en 1970, Erich Hartmann continuaría su relación con la aviación como fundador y propietario de una escuela de vuelo.

Murió el 20 de septiembre de 1993.



"The Blond Knight of Germany" de Toliver y Constable. McGraw Hill
Erich "Bubi" Hartmann, a los veinte años es asignado al frente ruso, Oct. 1942

"The Blond Knight of Germany" de Toliver y Constable. McGraw Hill
Hartmann, poseedor de la Cruz de Caballero con Diamantes, Ago. 1944

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Erich Hartmann 1944

"German Fighter Ace Erich Hartmann"
de Ursula Hartmann y Manfred Jaeger. Schiffer Military History

Erich y Ursula Hartmann en su boda, Sep. 1944

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Hartmann en Karaya 1 - "Ursel" en su tradicional corazón rojo

"The Blond Knight of Germany" de Toliver y Constable. McGraw Hill
Hartmann y Heinz "Bimmel" Martens, 1944

"German Fighter Ace Erich Hartmann"
de Ursula Hartmann y Manfred Jaeger. Schiffer Military Books

De regreso después de 10 años de cautiverio ruso

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Hartmann recibe el mando del JG71 en 1961

"German Fighter Ace Erich Hartmann"
de Ursula Hartmann y Manfred Jaeger. Schiffer Military History

Erich Hartmann, retirado del servicio, 1971

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El Sabre de Hartmann en los años 60.
Durante el comando de Hartmann en el JG 71 "Richtoffen", y en honor al Kommodore,
los sabres del Escuadrón lucieron los tradicionales tulipanes negros.

www.wwiigraves.com
Erich Hartmann descansa en paz, 1993

PALABRAS DE UN CORONEL

«Usted es el soldado más glorioso y valiente que Alemania ha tenido hasta hoy».
Con estas palabras, pronunciadas en presencia de la plana mayor de las fuerzas armadas del Reich, entregó el jefe Supremo Adolfo Hitler el 1 de enero de 1945 al entonces teniente coronel Hans Ulrich Rudel la condecoración más alta que jamás otorgara: Las Hojas de Roble en oro con espadas y brillantes, agregadas a la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, ascendiéndole a la vez al rango de coronel.

El jefe germano había pensado guardar esta condecoración para honrar a los más destacados héroes de su pueblo al final de la guerra, pero, considerando los singulares méritos y la inigualable forma con la que Rudel se venía destacando entre los millones de combatientes, y teniendo en cuenta que todas las incursiones de este aviador habían sido de singular importancia para el desarrollo de las batallas en todos los frentes, Hitler optó por conferirle inmediatamente esa excepcional condecoración, viendo en Rudel al primero y único oficial de sus ejércitos digno de lucirla.
Justamente por esta razón es Rudel el más indicado para escribir las memorias de esta última conflagración, que son particularmente las suyas. Nosotros estamos aún muy cerca de lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial para poder juzgar imparcialmente los hechos del choque más tremendo de todos los tiempos. Pero precisamente por eso, es de suma importancia que, quienes supieron ocupar su puesto de combate, resistiendo hasta el último cartucho, narren fielmente lo sufrido, para que la posteridad pueda formarse una idea exacta de lo que ha sido la segunda guerra mundial, basándose en la más nítida objetividad y en lo que realmente ha ocurrido.
Hans Ulrich Rudel es, con sus 2.530 incursiones, el prototipo del luchador aéreo de nuestros días y es con sus hazañas el puntero entre los aviadores de guerra, como lo reconoce hasta el enemigo imparcial de ayer. En el curso de su actuación en los diferentes campos de batalla logró destruir desde el aire a 519 tanques soviéticos, hundiendo también un acorazado y dos cruceros. Cinco veces estuvo herido de gravedad.
Tan singular aporte demuestra extraordinaria fuerza de voluntad y sólo puede ser debidamente aquilatado por quien también haya empuñado la palanca de comando de un avión, conduciéndolo contra el enemigo en centenares de incursiones y venciendo en más de un caso su propio letargo. Hay que ser aviador para poder comprender en toda su magnitud, lo que significan estas cifras. Enumerar la suma de sus raids equivale decir que ha volado hasta diez veces en un solo día. Apenas estuvo de licencia en los años interminables de esta contienda, y si era enviado a la patria, debido a las heridas sufridas, apenas podía esperar el momento para volver al frente a incorporarse de nuevo en las filas de combate. El deber lo llamaba. Así ocurrió, que en el año 1945 volvió a trepar a su maquina, a pesar de haber perdido la pierna derecha. Ni esperó que cicatrizara la herida; volvió a pilotear su avión valiéndose de una pierna ortopédica.
Hitler y Göring le prohibieron varías veces que siguiera luchando, empero, este intrépido aviador siempre supo encontrar los medios para poder volver al frente. Así siguió volando, con o sin prótesis, burlando a la fatiga y aumentando su fama con éxitos rotundos.
El no se sentía impulsado por la ambición de presumir con sus hazañas o con nuevas condecoraciones de guerra. El impulso, al que Rudel obedecía tenía otro origen: el cumplimiento del deber y el arrojo.
Rudel llevaba en su pecho la convicción que el oficial tiene su signo y que al cumplir con él, ya no se pertenece a sí mismo, sino a su patria y a sus subalternos. Por esta razón, y sobre todo en tiempo de guerra, el oficial debe ser un ejemplo para su tropa, menospreciando la propia vida y dejando a un lado el propio YO.
Estos mismos sentimientos, el desinterés y el estricto cumplimiento del deber, le guiaban cuando le tocaba defender su opinión ante sus superiores. Yo he presenciado varias conversaciones que sostuvo con Hitler. Rudel dijo siempre valientemente lo que le venía a la boca, expresándose con toda franqueza y soltura; él no conocía otro comportamiento como oficial, sabiendo además que así debía proceder por sus camaradas combatientes y su patria. En estas ocasiones demostraba la misma valentía, con la que se supo distinguir en el combate, ganándose de esta manera la simpatía de sus superiores. Así fue formando la base de sus éxitos; sólo donde reina la confianza entre la superioridad y sus subalternos, sólo ahí se logra lo más sublime y lo más alto. Las primordiales virtudes del soldado, fidelidad y obediencia, han prefijado el camino de su vida.
Frecuentemente era citado para presentarse en el Cuartel General de la Luftwaffe, para dar ahí mismo sus consejos, siempre basados en amplias experiencias. Tanto aquí como ante Hitler, tuvo Rudel que explicar detenidamente las situaciones creadas en el frente, informar sobre la eficacia del armamento enemigo y sobre las ventajas y defectos de las propias armas, en fin, sobre todo lo que él sabía, gracias a su incalculable práctica. Sus  manifestaciones eran, por consiguiente, de máxima importancia, pues suministraban un funda­mento táctico muy apreciable y que en ningún caso podía ser pasado por alto, sin que la producción de armamentos adecuados se hubiera paralizado indefectiblemente.
A pesar de la creciente mecanización y no obstante los adelantos técnicos, que justamente se ponen de manifiesto en esos años de una pugna decisiva, queda, por sobre todas las cosas, el HOMBRE, que decide el éxito o la derrota, pues sólo de él depende el eficaz empleo de las armas modernas.
"Sólo el que se da por vencido, está perdido", éste fue el proverbio de Rudel; esta convicción formaba la base de su carácter. Estas pocas palabras le guiaban en el camino arduo de su vida y gracias a ellas supo ser un ejemplo, pues era superior y compañero a la vez, y muchos han sabido expirar sus vidas en el fuego varonil de la batalla, llevando estas mismas palabras en los labios enérgicos y desangrados.
Una generación que en el transcurso de su existencia supo jugarse la vida en repetidas ocasiones, llevando el amor sagrado a la patria en los corazones, siempre estará presente en la hora decisiva, para que lo puro y lo decente triunfe en el mundo, acercando el hombre a Dios, pues este ha sido su anhelo por los siglos de los siglos.
¡Que este libro sirva a todos los hombres de buena voluntad, alumbrando cual una pira con su fuego sagrado el camino a seguir!

Coronel NICOLAS VON BELOW
Ayudante de la Luftwaffe en el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas del Reich, desde 1936 hasta el 1° de mayo de 1945.